ARQUEOLOGÍA
La Naveta des Tudons es una construcción funeraria levantada en el cambio entre el II y el I milenio a.C., en una fase de transición entre la cultura talayótica y el período anterior, la denominada cultura pretalayótica. Es una construcción de tipología muy evolucionada en forma de nave invertida, íntegramente levantada en piedra con la técnica en seco, con muros de doble paramento y planta alargada en forma de herradura. A través de una pequeña puerta cuadrangular se accede a dos cámaras superpuestas. Es una tumba de inhumación colectiva. La excavación arqueológica y su restauración, realizadas entre 1959 y 1960, aportó restos óseos de más de un centenar de individuos y numerosos objectos de bronce, hueso y cerámica de los ajuares funerarios. La Naveta des Tudons, declarada Monumento Nacional en 1931, es hoy Bien de Interés Cultural (B.I.C.) y su visita es ineludible.
El conjunto arqueológico de Rafal Rubí está formado por dos monumentales navetas de enterramiento colectivo. Como la Naveta des Tudons, están construidas con piedras de gran tamaño, planta alargada de forma absidial y dos cámaras interiores superpuestas separadas entre sí por grandes lajas de piedra colocadas horizontalmente. A diferencia de aquella, éstas presentan una losa de piedra perforada en el centro como puerta de acceso, con un reborde alrededor para encajar una losa de cierre. Esta característica, presente en construcciones funerarias de tradición pretalayótica, podría indicarnos que estas dos navetas serian un poco más antiguas que la célebre Naveta des Tudons. Fueron excavadas en la década de 1970, y se hallaron muy expoliadas por haberse destinado desde tiempos inmemoriales a usos ganaderos. Ambas navetas presentan la cámara superior muy arrasada.
Es posible que la visita al poblado talayótico de Torrellafuda se justifique más por la magia del entorno que por los restos arqueológicos que hoy puedan verse e identificarse inequívocamente como tales. Este yacimiento apenas ha sido excavado, y los restos visibles se hallan muy camuflados en un entorno donde la actividad agropecuaria ha sido continuada a lo largo de los siglos. Las estructuras arqueológicas que afloran en superficie se mimetizan con las tradicionales estructuras y muros de piedra en seco que separan las sementeras de la finca donde éstas se encuentran. Los restos visibles más notables se hallan alrededor de un encinar y se reducen a un talayot desde el cual se obtiene una espléndida panorámica del municipio de Ciutadella, los restos de un recinto con una taula parcialmente tumbada, y varias estructuras pertenecientes a viviendas y muros o murallas de separación entre zonas domésticas y tierras circundantes al poblado talayótico.
La existencia de un asentamiento talayótico en terrenos de la explotación rural de Torretrencada puede resultar, a primera vista, difícil de percibir. Como sucede en el vecino poblado de Torrellafuda, el entorno ha sido muy alterado desde la prehistoria hasta hoy por una importante e intensa actividad agrícola y ganadera, y solamente la abundancia de piedra en el terreno deja entrever lo que aún puede esconder el subsuelo. Efectivamente, este yacimiento nunca ha sido excavado, y lo que hoy se ve es el resultado de la necesidad de los campesinos de tiempos pasados de retirar el excedente de piedra, perteneciente a estructuras talayóticas que afloraban en superficie, para labrar y cultivar la tierra. A día de hoy, el visitante poco avezado puede disfrutar en este yacimiento de una aparentemente aislada e intacta taula, una estructura de piedra en forma de T cuya forma y emplazamiento no han sido alterados en el tiempo, que era el elemento central de un recinto que, tradicionalmente, se ha asociado a ceremonias rituales de época prehistórica.
El poblado talayótico de Son Catlar es, quizás, el yacimiento arqueológico más impresionante de Ciutadella y la muralla que lo rodea, de unos 860 m de perímetro, es la mejor conservada de la isla. Este asentamiento estuvo en funcionamiento en el I milenio a.C., siendo habitado también en época romana y musulmana. Sólo ha sido excavado en dos ocasiones: la primera vez fue en la década de 1920, y permitió descubrir el recinto de taula en el centro del poblado con este elemento parcialmente tumbado; la segunda excavación tuvo lugar en la década de 1990 y con ella se dejó al descubierto una entrada adintelada abierta en la muralla por la que se accede al interior del recinto amurallado. El resto del yacimiento es una amalgama de amontonamientos de piedras sobre antiguas estructuras domésticas, fruto de siglos de actividad agrícola, característicos de todo yacimiento arqueológico sin excavar. Una mención especial merece el paseo alrededor de la muralla, el cual transcurre en un apacible entorno rural desde el que se obtienen unas impresionantes panorámicas de la zona sur del municipio de Ciutadella.
En el I milenio a.C. el mundo funerario de la cultura talayótica evoluciona hacia el uso de las necrópolis de cuevas artificiales o hipogeos, las cuales mayoritariamente se localizan en los barrancos o acantilados de la costa. Una de ellas es la interesante necrópolis de Cala Morell, con más de quince hipogeos de cronología y tipologia diferentes. Las cuevas más espaciosas, con puertas rectangulares de fácil acceso, fueron utilizadas en la última etapa de la cultura talayótica, a partir del siglo VII a.C. y hasta bien entrada la romanización, y son grandes tumbas colectivas donde los cadáveres eran colocados sobre camillas de madera o cubiertos con cal, acompañándolos de un ajuar funerario compuesto de objectos metálicos y cerámica indígena y de importación. Destaca aquí la presencia de las “capades de moro”, pequeñas cavidades excavadas en la paredes del barranco destinadas, posiblemente, a la contención de urnas cinerarias o a la colocación de ofrendas alimentarias a los difuntos.
El yacimiento de Son Mercer de Baix se encuentra en un emplazamiento que domina el impresionante barranco de Son Fideu, y su estratégica situación deja patente el interés de quienes lo poblaron por el control del territorio circundante y, quizás, una preocupación defensiva. Se trata de un asentamiento de cabañas en forma de herradura, llamadas naviformes o navetas de habitación, entre las que destaca la denominada “Cova des Moro”, declarada Monumento Histórico-Artístico en 1931, con cubierta de piedras por aproximación de hiladas sustentada por tres columnas de piedras superpuestas de tamaño creciente de abajo a arriba. Son Mercer de Baix fue un pequeño poblado cuya organización social sería de tipo tribal con una economía básicamente ganadera, metalúrgica y de aprovechamiento de los recursos naturales del entorno del barranco. Aunque ha sido poco estudiado, el yacimiento se ha encuadrado cronológicamente entre finales de la época pretalayótica y principios de la talayótica, es decir, entre el II y el I milenio a.C.
Talatí de Dalt es un poblado talayótico no muy extenso, que estuvo en funcionamiento en el I milenio a.C., y que empieza a entrar en declive a partir de la incorporación de Menorca al orbe romano, aunque permanece habitado hasta época islámica. Su momento de máxima expansión y apogeo es entre los siglos IV y II a.C., cuando la isla se encuentra plenamente inmersa en los circuitos comerciales de la colonia púnica de Ibiza. Desde finales de la década de 1990 se han ido llevando a cabo excavaciones arqueológicas, pero gran parte del yacimiento aún permanece intacto. En la actualidad, un itinerario marcado nos indica los diferentes puntos visibles de interés: varios hipogeos de enterramiento, algunos lienzos de muralla, un conjunto de viviendas de piedra, diversos talayots, etc. El elemento más emblemático es, sin lugar a dudas, su singular taula, situada en el centro de un recinto construido al final de la época talayótica posiblemente como santuario.
Desde 1990 la Fundación Illes Balears gestiona el yacimiento arqueológico de Torralba d'en Salord, donde ha ido mejorando la conservación de los restos visibles y las instalaciones de información y servicio al visitante. Es un poblado talayótico habitado desde el I milenio a.C. hasta época medieval. Las excavaciones realizadas en la década de 1970 permitieron sacar a la luz la mayor parte de las estructuras arqueológicas que hoy pueden verse en el transcurso de la visita. El elemento más destacado es la taula que hay en el centro del recinto de taula del poblado, una impresionante construcción a cuyos pies se hallaron restos de una gran hoguera donde se sacrificaron animales y un pequeño altar con figurillas de bronce y terracota que, según los investigadores, confirman el uso religioso del lugar al menos en los siglos III y II a.C. Pueden verse también dos talayots, silos excavados en la roca para el almacenamiento de alimentos o de depósito de agua, varias cuevas artificiales de enterramiento colectivo, un lienzo de muralla y una sala hipóstila usada como almacén. Interesantes son también las ruinas de una antigua casa y diferentes elementos etnológicos cercanos a ella, que evidencian la ocupación de este paraje de la prehistoria hasta hoy.
Torre d'en Galmés es uno de los poblados talayóticos más extensos de Menorca y su visita es ineludible ya que en él se están llevando a cabo importantes trabajos de investigación arqueológica y de musealización del yacimiento. Dispone, además, de un centro de interpretación, actualmente cerrado al público. El poblado se halla en una zona elevada, desde donde se obtiene una esplendida visión de la costa sud de Menorca, indicativo de la intención de sus pobladores por controlar el litoral y el territorio circundante. Las excavaciones arqueológicas han permitido datar la ocupación del yacimiento desde finales del II milenio a.C. hasta la época musulmana, situándose su momento de máximo apogeo en el I milenio a.C. Aunque todavía queda mucho trabajo por realizar, la visita permite hacerse una idea de la importancia de este yacimiento. En la zona más elevada se hallan tres talayots y un recinto de taula; alrededor del cerro se encuentran numerosas estructurales de planta circular adosadas las unas a la otras, con cubierta de piedra o sin ella, correspondientes a viviendas. El poblado está rodeado de una muralla y hay una zona con numerosas oquedades en la roca para la recogida de agua de lluvia.
Poblado talayótico bastante extenso pero parcialmente destruido por su cercanía al área urbana de Maó. Aunque la mayor parte del yacimiento no ha sido aún investigado, sí que ha sido objeto de diversas excavaciones arqueológicas que han sacado a la luz algunas de las estructuras que hoy pueden verse. El poblado fue habitado en el I milenio a.C., y fue reutilizado hasta la Edad Media, aunque todo indica que entró en decadencia durante la Segunda Guerra Púnica, en el siglo III a.C., posiblemente en favor del asentamiento costero de Mago, actual Mahón. En el transcurso de la visita pueden verse dos talayots, varios tramos de la muralla que rodeaba el poblado, diversas estructuras domésticas y los restos arqueológicos de un santuario talayótico, con una impresionante taula en el centro. Atención merece el grueso muro de piedra seca de forma estrellada que rodea el talayot principal: fue construido como muralla de defensa en el siglo XVIII por el conde de Lannion (1719-1762) para el alojamiento de sus tropas durante el saqueo del Castillo de San Felipe en manos de las tropas inglesas durante el primer dominio británico de Menorca (1713-1756) con el fin de hacerse con el control de la isla.
Calescoves es una pequeña cala de la costa sur que se encuentra en la desembocadura de dos barrancos y está limitada por altos acantilados. En ellos y en las zonas aledañas hay casi un centenar de cuevas naturales y artificiales, de tipología y cronología diferentes, utilizadas a lo largo de la cultura talayótica como tumbas colectivas, y que convierten este paraje en una de las necrópolis prehistóricas más extensas de las Baleares. Los hipogeos más visibles y de mayor tamaño, algunos de ellos con entradas perfectamente remarcadas, fueron utilizadas en la última etapa de la cultura talayótica, con una cronología que los sitúa entre el siglo IV a.C. y la época romana. Al ser una cala muy protegida y disponer de agua potable, sirvió de fondeadero a embarcaciones de poco calado entre los siglos IV a.C. y VI d.C, conociendo su máximo apogeo entre los siglos IV y II a.C., como han atestiguado las excavaciones submarinas realizadas en este lugar. Destaca la llamada “Cova des Jurats”, utilizada como santuario entre los siglos III a.C. y III d.C., en cuyo exterior hay varias inscripciones que certifican que el santuario fue dedicado en el siglo II d.C. a una advocación relacionada con la fundación de la ciudad de Roma.
La basílica de Son Bou es una iglesia que ha sido datada en el siglo V d.C, y que destaca por su buen estado de conservación y por sus claras reminiscencias de la arquitectura paleocristiana de Oriente, especialmente de la del norte de Siria. Esta basílica fue descubierta en la década de 1950, siendo desenterrada poco después por iniciativa de la Diócesis de Menorca. Conserva los muros de arranque de toda la estructura y un pavimento no musivario. La nave principal, precedida por un vestíbulo o nártex, es de planta rectangular y está dividida en tres naves separadas por dos hiladas de pilastras de planta cuadrada exentas. En la nave central y delante del ábside está el santuarium, donde se ubicaría el altar. La cabecera se divide en tres espacios: la sacristía, el presbiterio en la parte central y de forma absidial, y el baptisterio, en el centro del cual hay una gran pila bautismal monolítica de forma cuadrilobulada. Alrededor del recinto hallamos una necrópolis.
La basílica de Es Fornàs de Torelló son los restos arqueológicos de una iglesia de época bizantina, de los siglos V-VI d.C., que fue descubierta casualmente cuando un campesino, labrando la tierra, dejó al descubierto parte de un mosaico. Es una construcción de planta rectangular de la que sólo se conserva el punto de arranque de sus muros y un espléndido mosaico de pavimento. El interior se divide en tres ámbitos: el ábside o presbiterio, en el centro del cual se aprecian las marcas de un altar, el santuarium y la nave central. Los motivos decorativos del mosaico, que varían de un espacio a otro, son de tipo geométrico, vegetal y animalístico. Adosado al ábside se aprecia una cámara que podría corresponder a la sacristía de la basílica y, en el lado opuesto, una pila bautismal. La temática del mosaico es de clara filiación africana, con motivos de influencia oriental y simbologia de marcada tradición hebraica.
El Castillo de Santa Àgueda es el testimonio más importante del periodo islámico de Menorca y el último reducto de la resistencia musulmana al ser incorporada la isla a la Corona de Aragón. Aunque la fortificación sufre algunas intervenciones posteriores, la mayor parte del recinto es abandonado a partir de la conquista de 1287. Su deterioro ha sido continuado a lo largo de los últimos decenios. Entre los siglos XVI y XVIII se levanta en el centro del yacimiento una pequeña capilla consagrada a Santa Águeda. A principios del siglo XIX funciona como una explotación agropecuaria tradicional más, quedando la capilla integrada dentro de una vivienda. Después de años de abandono, ha sido recientemente adquirido por el Consell Insular de Menorca; se han realizado algunos trabajos de excavación arqueológica y algunas de sus estructuras más visibles han sido consolidadas. El yacimiento se encuentra en la cima de una pequeña montaña de 264 m de altura, y su acceso debe hacerse a pie. Desde este enclave se obtiene una espectacular panorámica de la isla.